…la Tierra es un jardín del Edén bendecido con millones de formas diversas de vida, de religiones, culturas, costumbres, vestimentas y colores. Yo quería celebrar esta gloriosa diversidad y abrazarlos a todos. Ellos no chocan entre sí, si no que se complementan entre sí. Todos tienen su lugar. Más allá de esta diversidad, la Tierra misma es nuestro hogar común y todos estamos unidos por un espíritu humano indefinible y por el espíritu de la naturaleza.

Satish Kumar. «Tu eres, luego yo soy».

Grupos, comunidades, equipos, amistades, parejas… el ser humano está abocado al encuentro con el otro, nuestra esencia se forja en este encuentro. Los demás nos cuestionan y nos modelan a la vez que nuestra presencia cuestiona y modela lo que los otros son. Como seres humanos, estamos inmersos en una red de relaciones, somos seres interdependientes, necesitamos al otro para mantener la vida: para construir nuestra casa, para cultivar la tierra, para que nos abrace o para materializar nuestros sueños… A cambio los demás también necesitan de nosotros: necesitan que dancemos, que fabriquemos coches o tejamos su ropa. Y en medio de esa interacción ineludible la vida fluye y se renueva. Cuando los seres humanos se encuentran, llevan consigo toda la carga de su historia, no sólo la personal, también la de su familia, su pueblo y, en definitiva, la de la humanidad. Lo vivido proporciona características psicológicas, formas de pensar y sentir, costumbres, idiomas y creencias que los diferencian. Tan amplia diversidad: razas, culturas, tradiciones, aporta una indudable riqueza humana a la sociedad y hace de la Tierra un entorno increíblemente bello y sorprendente donde es imposible aburrirse.

Sin embargo, esta sugerente diversidad supone a la vez un reto a la convivencia. En el seno de cualquier interacción tarde o temprano se hacen evidentes las diferencias y ante la pluralidad de opiniones e intereses surge la crisis. Los conflictos, desacuerdos y luchas de poder que vemos en los telediarios o leemos en los periódicos, tienen su reflejo en nuestros grupos, equipos y comunidades (¿o es al revés?).

Afrontar las crisis

Reconocer y explorar la crisis es siempre una oportunidad de transformación y crecimiento para el grupo aunque podemos optar por afrontarla de diversas maneras.

A menudo identificamos en una o varias personas el rol «problemático», y procuramos trabajar con ella de mil y una maneras para que abandone el papel que juega, seguros de que así el problema acabará. Pero como dice Arnold Mindell en su libro Sentados en el fuego, «reforzar el orden no acaba con los disturbios, ni impide la guerra ni reduce los problemas del mundo. Puede incluso encender el fuego del caos grupal. Si no damos a las hostilidades una salida legítima, es seguro que tomarán rutas ilegítimas».

En otras ocasiones optamos por ignorar la crisis esperando que de algún modo mágico desaparezca y todo vuelva a la «normalidad». Sin sacar las dificultades a la luz, generamos una verdadera guerra fría entre las partes. Esto, de seguro, puede drenar la energía del grupo y minar su eficacia de forma dramática, hasta que estalla de la manera más insospechada.

A veces las diferencias se afrontan desde la violencia más o menos declarada, más o menos sutil, según sea la naturaleza del grupo. Jugamos al juego de victimas y agresores, pasando de un rol a otro y produciendo bloqueos en la consecución de los objetivos y verdaderas heridas en el alma personal y grupal de todas las partes implicadas, heridas que requieren tiempo y método para ser sanadas.

Pero también podemos atrevernos a echar una nueva mirada sobre las relaciones, sobre el acontecer cotidiano, recordar que cualquier grupo está formado por todos sus miembros y a la vez es más que la suma de los mismos. Podemos también optar por formas de trabajo y relación creativas, que den cabida y respuesta a los interrogantes y miedos de todos, incluso antes de llegar a situaciones de crisis. Buscar maneras de funcionar en grupo que tengan en cuenta las necesidades y recoja las voces de tod@s, que nos mantengan en los valores de la tolerancia y el respeto, la cooperación, la confianza, la honestidad y el diálogo… «Una vez que una comunidad se reúne en un foro abierto y se enfrenta a sus problemas mas difíciles, se conoce a sí misma desde un ángulo totalmente nuevo… Ir conscientemente a la batalla es una experiencia muy intensa, capaz de revitalizar a cualquiera. Tus esperanzas se renuevan. No sólo encuentras soluciones a los problemas, sino algo más precioso: te das cuenta de que una batalla no es el fin del mundo, sino el principio de un río llamado comunidad», dice Arnold Mindel en su libro Sentados en el fuego.

Apoyar al grupo, a la comunidad, al equipo, en este proceso de recreación constante, aportar estrategias para construir soluciones reales, y formas de funcionamiento grupal válidas para tod@s y, por lo tanto, duraderas, son algunas de las principales funciones de la persona facilitadora.

Maite Pardo Sol
Miembro de IIFAC-E