Por Javier Fernández Ramos

En los últimos años parece que se han instalado una avalancha de noticias cada vez más terribles y distópicas que pueden llevarnos a pensar que habitamos una especie de infierno. Una imagen habitual en situaciones catastróficas y grandes emergencias como guerras, pandemias, terremotos, huracanes, grandes incendios, sunamis, etc. Además, en el marco actual de crisis ecológica y energética parece también que los fenómenos disruptivos y situaciones adversas van a ser más frecuentes.

En estos contextos, la sociología de los desastres lleva décadas planteando cómo ante las emergencias surgen comportamientos solidarios, aumenta la empatía y el altruismo. Rebecca Solnit, en su libro Un paraíso en el infierno aporta esperanza y reflexión sobre las extraordinarias comunidades que surgen en el desastre. Desde este marco, en el Grupo Cooperativo Tangente hemos realizado la investigación Solidaridades de Proximidad, un estudio en torno a las redes vecinales y las iniciativas comunitarias de ayuda mutua que se han dado en la pandemia. Ante la tentación de olvido colectivo, nos parece fundamental rescatar aprendizajes que sirvan para las futuras crisis y también para consolidar dinámicas perdurables en el tiempo. En este rescate, la dimensión grupal y los aportes de la facilitación de grupos son una de las claves. En momentos de urgencia, es fácil olvidar la importancia del cuidado de lo grupal y enfocarse únicamente en la tarea.

Una conclusión del estudio es que la acción comunitaria es un complemento imprescindible en situaciones de emergencia. En la movilización sin precedentes que hemos visto, las redes vecinales han sido más fuertes, resilientes y perdurables en los lugares en donde ya existía una infraestructura social previa: un conjunto de equipamientos y relaciones sociales que funcionan como motores comunitarios, que tienen arraigo en los territorios, que pueden articular redes informales y movilizar recursos, que tienen capacidad para la improvisación.

En estos territorios, las iniciativas que preexistían han lidiado mejor con los conflictos internos: apareciendo menos conflictos por la gestión del poder, menos tensiones por diferentes visiones sobre el proyecto o mejores procesos de toma de decisiones. Aunque como asignatura pendiente, en la gran mayoría de las redes no se han desarrollado roles de cuidado interno o espacios explícitos para abordar las cuestiones relacionales y darse sostén emocional, algo en lo que, sin duda, la facilitación de grupos puede aportar.

Se puede ver el informe completo y el resto de las conclusiones del estudio en el siguiente enlace.

Aquí podéis ver también el vídeo de presentación, el día 23 de marzo: