Por Miguel Arce

La dinámica que ahora os presento está basada en la que habitualmente se llama “El Lazarillo”.

Para quien no la conozca, “el Lazarillo” consiste en subdividir al grupo en parejas (a partir de ahora me referiré a las personas que componen cada pareja como “A” y “B”). “A” tendrá los ojos tapados y “B” la guiará por el espacio evitando que se choque y llevándola a experimentar sensaciones agradables. No es posible hablar, y sólo es posible comunicarse mediante el contacto físico. Pasado un tiempo intercambian los roles y posteriormente comentan (en parejas y en plenario) las sensaciones vividas. Puede realizarse para trabajar diferentes temas: comunicación,
sensibilización ambiental, cuidados, confianza, dependencia/interdependencia… Hasta aquí la dinámica conocida.

A esta dinámica que pretendo compartir con vosotras yo la llamo “AcompañAndo” y básicamente se desarrolla como la anterior, pero en esta ocasión es la persona que acompaña la que lleva los ojos tapados. Pretende hacer ver que para quien acompaña un proceso, ha de ser consciente que siempre hay puntos ciegos que no conoce y, pese a ello, ha de tratar de acompañar sin condicionar el camino a nadie.

Es decir, “A”, con los ojos abiertos, puede moverse por el espacio como quiera y donde quiera, y “B”, con los ojos tapados y apenas con un leve contacto físico con “A”, ha de acompañar a “A” mostrando que está presente pero sin condicionar para nada sus movimientos. “A” si lo desea puede echar a correr por el espacio o dar saltos mortales, pero entonces será muy difícil que “B” pueda acompañarla. O si vamos al otro extremo, puede moverse muy despacito tratando de “ponerselo fácil” a su acompañante, pero entonces puede estar limitando su libertad de hacer lo que
realmente desea. “A” y “B” no pueden comunicarse entre sí más que por el contacto físico que “B” mantenga con “A”.

Tras 5 minutos de dinámica, comentan en parejas la experiencia vivida. “¿Me he sentido acompañada/condicionada?”, “¿Qué me ha faltado/sobrado?”, “¿He tendido a cuidar a mi acompañante más que atender a lo que deseaba hacer?”, “¿No le he cuidado pero pretendía que me siguiera allí donde fuese?”… Y para quien acompañaba: “¿Cómo me he sentido acompañando?”, “¿Qué me ha resultado más sencillo o complicado”?, “¿He primado que “A” se sintiese
acompañada o he tratado de demostrar que soy “una buena acompañante”?… Tras la reflexión en parejas, cambian los roles y repiten la dinámica.

Finalmente terminamos con una puesta en común en plenario, donde se constatan las diferentes necesidades de cada quien y la necesidad de comunicación y de consensuar acuerdos básicos entre acompañante y acompañada.

Espero que saquéis provecho a esta dinámica y que la destrocéis todo lo que queráis para adaptarla a vuestras necesidades.