Por Miguel Arce

Durante el reciente confinamiento, a cada quien se le han disparado preocupaciones muy diversas:

De salud: evolución de contagios, de vacunas y tratamientos…

– Emocionales: aislamiento social, duelos no realizados…

– Económicas: paro, precariedad, reestructuración laboral ante un futuro incierto…

– De derechos: recorte de libertades, control social…

Sentimos inquietud porque la amenaza es grave (sea sanitaria, social, laboral…), de dimensiones planetarias (no hay escapatoria) y nos afecta directamente.

Esta inquietud provoca una fuerte activación personal y social. Miryam Cubiles, terapeuta corporal y compañera mía en el Colectivo de Educación “Abra” lo explica claramente: “Los humanos, como mamíferos que somos, ante cualquier amenaza nos activamos como mecanismo de supervivencia y esta activación adopta 2 formas: la lucha (relacionada con la rabia) o la huida (relacionada con el miedo). Instintivamente, luchamos cuando sentimos que podemos hacerle frente a esa amenaza, y huimos cuando sentimos que el enemigo es más poderoso”.

Cuando nos supera una amenaza, como es el caso, tendemos a buscar enemigos más “abarcables” a los que poder hacer frente. La rabia, que suele esconder impotencia, miedo o tristeza, solemos focalizarla contra quien podemos (tratando de desahogarla), más que contra su causa real si creemos que no vamos a poder con ellas. Y esta activación puede manifestarse de formas diversas, como puede ser:

– ENFADO: Identifica “culpables”: gobierno (“ilegítimo y manipulador”), extranjeros (“cierre de fronteras”), manifestación del 8M, capitalismo (“montaje para aumentar el Control Social y el individualismo tecnológico”)…

– PARÁLISIS SOCIAL: Domina el miedo y la impotencia ante tanta incertidumbre: “¿Hasta cuándo?”, “¿Cómo saldremos de esta?”. Tiende a la sumisión, a cumplir las normas, incluso puede derivar en “confianza ciega” hacia la autoridad porque “saben lo que hacen y hacen lo que pueden”.

– MINIMIZACIÓN del problema para reducir la angustia: “Es como una gripe”, “Como viene se irá”… En su versión “new age”, la pandemia es una oportunidad para replantearnos positivamente la vida, volver a la naturaleza, aumentar la solidaridad…

Tanta incertidumbre dispara, curiosamente, los dogmatismos y los posicionamientos cerrados como mecanismo de defensa, porque nos dan sensación de seguridad. Al identificar un “enemigo” se puede focalizar ahí el miedo o la rabia. Tendemos a la complicidad “con los nuestros” frente a “los otros” que no lo ven igual y que, por lo tanto, amenazan nuestra seguridad. Las polaridades, la tensión y los enfrentamientos se disparan.

La necesidad de seguridad sobrepasa el razonamiento lógico por lo que ciertas “verdades absolutas” pueden mutar a posicionamientos contrarios a los defendidos originariamente: ¿El confinamiento fue una medida excesiva o había que haber actuado antes? ¿Era una simple gripe o nos ocultan los datos reales de fallecidos? Incluso hay quienes defienden un discurso desobediente y antisistema basándose en artículos de la Constitución y de la Declaración Universal de los DDHH… (?).

¿Qué podemos hacer entonces desde la Facilitación para colaborar en poner algo de tranquilidad y sosiego en este momento de activación e incertidumbre personal, grupal y social?

Miryam Cubiles nos recuerda que “la activación es necesaria y natural como mecanismo de supervivencia en momentos críticos, pero los animales son capaces de regularse rápidamente pasada la amenaza. Los humanos nos activamos ante la amenaza, pero muchos hemos perdido la capacidad de ‘desactivarnos’ para poder continuar nuestra vida desde la seguridad. La activación nos saca de nuestro centro y nos arrastra a reacciones reactivas”.

Necesitamos rabia y fuerza para responder a lo que nos agrede, pero no nos sirve para construir el futuro que deseamos con serenidad y consciencia. El mecanismo más eficaz para desactivarnos y aportarnos seguridad ante la amenaza y la incertidumbre es la conexión social.

Tres son los pasos necesarios para afianzar esta desactivación social desde la Facilitación:

TOMAR CONCIENCIA de nuestro sentimiento más profundo y sincero ante esta situación de  inseguridad. Saber realmente dónde estamos emocionalmente es la base para controlar dónde queremos ir sin dejarnos manipular por intereses externos.

– Promover la CONEXIÓN GRUPAL/social para reforzar nuestra seguridad y empoderamiento colectivo, desarrollando nuestra capacidad de protegernos y de cuidar al grupo/manada.

– Desplegar la SABIDURÍA GRUPAL promoviendo espacios de reflexión e indagación colectiva para construir alternativas creativas desde nuestros deseos y necesidades reales, y no desde la mera reacción a lo que no nos gusta.

No se trata de renunciar a la rabia (necesaria para la supervivencia), sino de aprender a ponerla a nuestro servicio. Apostamos por una transformación social sustentada en la seguridad colectiva y no en las inseguridades individuales.

Merece la pena. La utopía es más necesaria que imposible.