Por María Gimeno

Os comparto una de las respuestas de una entrevista sobre la facilitación en talleres de bioconstrucción:

¿Como traer al grupo que no solo construimos casas (o espacios) sino también relaciones?

Ésta es mi parte favorita. 🙂

Cuando hay un encuentro con un propósito tan claro y concreto ya hay algo que me fascina, y es que ya partimos de un común claro y concreto, ya hay algo a lo que todas venimos dadas de la misma mano. Aquí el primer punto a atender, ¿qué nos une? ¿qué significa para mí y para el mundo construir una estructura?  ¿Cuál es la ecología profunda de esto? Tal vez es una estructura que esperamos que esté años, incluso generaciones, o tal vez algunos días…en un lugar que de alguna manera se nos concede, un lugar que por encima de las propiedad, cesión, ocupación, es y siempre fue de la Madre Tierra, un lugar donde crecieron plantas, habitaron animales….dónde seguramente debajo haya raíces que alimenten vidas, agua que riega otros lugares, o el micelio que todo conecta. Doy el tiempo para conectar con lo sacro de ésta aventura, el ritualizar construir con nuestras manos, el privilegio y la responsabilidad de ocupar un lugar para dar un servicio. Claro que para algunas participantes es más límite o retador conectar con éste momento esencia, tal vez algunas no conecten, pero sí hay algo que a todas nos une, venimos con una curiosidad por usar las manos para construir, por generar, por manifestar, tal vez algunas motivadas más por el saber de técnicas diferentes, u otras por la inquietud de utilizar técnicas en responsabilidad con el medio ambiente. Pero hay algo que hace que todas estemos ahí con ropa cómoda dispuestas a manchar… la disponibilidad de poner las manos en la masa.

Ésto podemos hacerlo siendo más o menos conscientes de la bioconstrucción de relaciones que se van generando a lo largo del taller. Y aquí llegamos al punto. Bioconstruir relaciones. Seguimos instrucciones, algunas las entendemos, o no, la cagamos, vamos bien, me río, me frustro, tomamos decisiones… me interesa que las personas a lo largo del taller vayan siendo conscientes de esos procesos que se van viviendo, poniendo atención y tiempo a lo que les pasa a ellos mismos, además de con los demás. Recuerdo en un Taller de Zome en mi querido Molino de Guadalmesí, donde uno de los participantes llegaba porque le habían enviado para aprender lo que fuere, ni sabía él qué cosa. Cada vez que entrábamos en las dinámicas de grupo, de cohexión, introspección, compartir… las de bioconstruir relaciones vaya, parecía que no entendía nada, miraba con ojos de recién nacido intentando registrar cada detalle, con los días se entregó y se ablandó llenándose de ternura, y cerró el taller tan emocionado y agradecido, pidiendo abrazos, contacto, jugando, riendo…que me hizo reafirmarme en el potencial de poner tiempo y espacio a los procesos personales en un proceso de construcción de estructuras. Dónde se nos pueden mover tantas cosas de nuestra estructura interna, y a la vez es un oportunidad para reconstruir ciertas partes. Me parece un potencial hermoso llevar ésta metáfora de la bioconstrucción al mundo relacional, de trabajar con las estructuras externas y sin menospreciar lo que se construye o tambalea también dentro.  Yo también me construyo, a veces me derrumbo y reconstruyo de nuevo. Hay algo que puedo aprovechar de ésta experiencia para reconstruir en mi?

La foto es de un Taller de Ecoescuela Comunidad (FB www.facebook.com/ecoescuelacomunidad)