Texto: Atenea Naia P.V.

Veo una escultura móvil de dos caballeros con sus espadas envainadas, estrechando sus manos. Sus brazos suben y bajan en un movimiento rutinario y se miran fijamente y, de vez en cuando, miran hacia el brazo del otro caballero.

Os contaré algo de este ritual de saludo que tan rutinario es para las personas. Hay varias teorías sobre el origen. La más conocida dice que empezó como un gesto de paz con el que se demostraba que no iban a desenvainar la espada (mientras tenían la mano ocupada). Además, movían el brazo arriba y abajo para asegurar que no había armas escondidas en la manga.

La próxima vez que estrechéis la mano pensad si estáis vigilando que no os ataquen ;).

Este simple movimiento dejó de ser sólo un movimiento y creó una cultura encarnada en el cuerpo. Y como este movimiento, desde que nos levantamos por la mañana, no dejamos de desplegar cientos de movimientos. Expresamos una cultura a través nuestra, una cultura típica y hegemónica. Y mientras reproducimos esta cultura y dejamos que construya nuestras identidades, vamos también re-construyendo esta cultura.

Volvamos al saludo del apretón de manos.

Si nos paramos a observar el próximo saludo, podremos descubrir en él mucha más comunicación. Podremos percibir atisbos de nuestro estado de ánimo, tal vez en la fuerza del apretón, en la tensión de la postura, en nuestros pensamientos… Una comunicación reprimida bajo el ritual normativo.

¿Cómo sería nuestro día a día si pudiéramos movernos y expresarnos sin tener que responder a unas normas sociales, sin esa opresión constante sobre nuestros cuerpos? Ahí dejo la pregunta.

Pero hay más…Si a través de estas interacciones encarnamos y construimos la cultura normativa, crearemos a la vez lo opuesto, lo que no encaja en estas formas de ser y estar en el mundo.

¿Y en qué cuerpos es más evidente esta estigmatización? Seguro que se os ocurren varios grupos estigmatizados.

La creación del estigma es un proceso social que termina categorizando y separando al grupo dominante del otro. Esta separación atraviesa mundos, yendo desde el rechazo social hasta la discriminación Institucional. Por ejemplo, en el sistema educativo aún existe esta violencia que obliga a las personas a reprimir lo que son para convertirlas en seres idénticos y productivos.

Desde roles de poder al servicio de las personas, corremos el riesgo de continuar con esas prácticas que actúan desde una mirada excluyente que no permite ser, si no que quiere incluir en lo normativo.

Hay una línea muy fina al decir que el respeto a lxs demás está por encima de que yo exprese lo que siento, ¿dónde termina mi libertad y empieza la de lxs demás?  Vislumbro la dificultad de tener que estar todo el día con una máscara normativa.

Imaginemos esta opresión para quienes tienen aún más niveles de sí mismxs que controlar, como las personas neurodivergentes, por ejemplo. Continuamente les decimos que no deben actuar como lo hacen, que no es normal que se expresen así o que escuchen colores.

La intervención que limita la manifestación del ser no puede generar una comunicación efectiva, ya que perpetúa la opresión de la normatividad.

Como facilitadora de grupos y acompañante de personas, me esfuerzo por recuperar la sensibilidad y poner en paréntesis mucho de lo aprendido. Quiero aprender a escuchar lo divergente. Es más, quiero aprender a comunicarme de forma divergente, en vez de exigir que se expresen a mi modo normativo.

Quizás así podamos encontrar información útil además de posibilitar la despatologización de la persona, la expresión de su interior y, por qué no, nos podamos regalar un nuevo conocimiento de nosotrxs mismxs y de formas de comunicación que estaban mucho antes que la palabra.

Tengo una amiga que a veces me habla en lo que ella denomina “miguaje”. Su lenguaje. Desde fuera pueden pensar que está como una cabra cuando se expresa así…pero cuando paro y suspendo mis juicios, me comunico con ella. Mi cuerpo habla, mis ruidos guturales expresan. Y muchas veces logramos expresar cosas que las palabras atascan. Otra forma interesante de encontrar información de un modo divergente es, convertirme en animales que miran una situación. Entonces pienso y opino como Atenea-Topo, Atenea-Lobo, Atenea-Águila, Atenea-Mosca…Y de nuevo encuentro diversas respuestas de una forma mágica que Atenea-Normativa no está siendo capaz de encontrar.

Hay muchas formas divergentes de acompañar a las personas. Y muchas de ellas me conectan con una sabiduría olvidada y marginada, oprimida bajo nuestros cuerpos y mentes normativos.