Por Júlia Vilageliu Casanellas

Corren tiempos difíciles y extraños. Vivimos una situación de excepción indefinida en el tiempo que genera mucha incertidumbre y, cómo no, en el ámbito de la facilitación también nos vemos afectadas.

Facilitar a grupos es connectar con la energía del campo grupal, seguir y captar la información, leyendo lo que las personas presentes nos traen por los diferentes canales.  Así pues, es evidente que las condiciones en las que debemos trabajar ahora, midiendo la distancia que nos separa las unas de las otras y expresándonos con media cara tapada, son fuertemente limitantes.

Arrancamos este nuevo curso bañados en el qué pasará, qué harán, cómo será y confiamos ciegamente, desde lo más irracional, en que tiraremos adelante la formación 2020-21. Nuevos retos nos aparecen en el camino incesantemente: buscar espacios más amplios para las formaciones, reducir los grupos, prevenir la incertidumbre del calendario… Y ahí vamos, aquí estamos, tirándonos a la piscina sin saber lo que encontraremos.

¿Valientes?¿Inconscientes? Veremos. Y en esta atmósfera extraña, pienso que no hay manera mejor para mantenernos sanas que seguir nuestros impulsos, apostar por lo que creemos, proponer aquello que nos motiva y nos mueve. Cada formadora construirá su propio camino, cada una seguirá el hilo que para ella tiene sentido; y estos hilos se enredarán, se ennudarán y se replegarán formando un mar de mil colores, texturas y grosores.