Por Teresa Angulo e Iris Cabrerizo

Está bajando el sol, enciendo el ordenador y en este caso no es para trabajar. En mi tiempo de ocio también consumo momentos virtuales.

Durante este último año, nosotras, Tere e Iris, nos hemos ido conociendo en ese espacio online, ese ciber a veces cansino pero que nos ha permitido cruzar mares y unir a dos facilitadoras separadas por 800 km en tan solo un clic. Y aquí estamos, animadas a escribir algo juntas, lanzadas a compartir sin meditarlo demasiado.

Pensando sobre qué escribir, exploramos algunas ideas que queríamos formular. Charlamos, debatimos, gruñimos un poco, nos dispersamos… no dejaba de rondarnos la creencia de traer una mirada más ligera sobre este último año, pero nada. Quisimos hacernos las guays pero no ha resultado. Y es que no podemos obviar que este último año, tanto a nivel personal como profesional, nos hemos movido más en lo no tan guay, en la dificultad, desde la necesidad y sobre todo desde la vulnerabilidad y la emoción.

¿Cómo recuerdas tú este año?, ¿cómo viviste aquellos primeros meses de la primavera del 2020?, ¿cómo has vivido tu rol de facilitadora este tiempo?, ¿qué ha ido cambiando?…

  • Recuerdo que al principio lo que más me preocupaba era cómo adaptar los diseños y dinámicas, repensar cómo llevarlas a cabo online. Me centré en aprender herramientas virtuales, colaborativas… durante los primeros meses mi agenda virtual de webinars era interminable.
  • Dentro del contexto confinamiento, el reto de aprender tecnologías, ventajas y desventajas de unas y de otras con millones de preguntas sobre el acompañamiento a grupos que a día de hoy seguimos sin resolver. Sin poder salir de nuestras casas, curiosamente, la productividad nos ayudó a seguir adelante.

Pero mientras todo esto ocurría en un nivel más visible, la tristeza, la impotencia, el dolor, el cansancio y la rabia navegaban sin darnos cuenta, por nuestro cuerpo y en nuestros sueños… nuestra manera de estar en el mundo, de relacionarnos, de trabajar… la habilidad de escucharnos y escuchar a otras también estaba mutando.

  • Algunos días me inundaba una sensación enorme de desánimo. No podía pensar ni crear, no podía ver el objetivo ni sentir su valor. Triste por no percibir “resultados”, torpe por no saber cómo gestionar cosas tras una pantalla, frustrada y agotada de tanta conexión virtual.
  • Ha habido momentos en los que me sentí enfadada con el ser humano, desesperanzada con la facilitación. Perdí el contacto con la visión, con la esperanza del cambio. Me sentí impostora habitando ese rol… momentos duros donde pensé tirar la toalla, dejar de trabajar con las personas, dedicarme a otra cosa.

Estos pensamientos y sensaciones dolorosas nos han agarrado en ocasiones durante estos 12 meses, a la vez que sentíamos que no podíamos permitir caer en un hoyo profundo que nos impidiera pensar o imaginar opciones, salidas. Necesitábamos volver a conectar.

  • ¡Guau! Recuerdo estas conversaciones donde pudimos darnos espacio para expresar todo esto que nos estaba pasando. Esas reuniones de Zoom que no tenían estructura, donde la energía estaba en cagarnos en todo, en contarnos cosas cotidianas, en echar unas risas o unos llantos…
  • Sí, también el agradecimiento al poder trabajar este año con compañeras que me han visto desde lo profundo. Escucharnos mutuamente, ser conscientes de las diversas realidades, las tensiones del contexto… acoger peticiones de tiempo, de descanso… soltar exigencias y tener permiso para parar.

Ya ha pasado un año. Seguimos aprendiendo, charlando y debatiendo sobre barreras y oportunidades para facilitar en este momento de pandemia. Sin embargo, de entre las mil sesiones de Zoom de este año, nos quedamos con aquellas donde sentimos verdaderos cuidados. Espacios más allá del mundo productivista de herramientas y objetivos donde los cacharros y la wifi solo han sido meros puentes para crear nuevas redes de apoyo, conexiones seguras entre nosotras para poder sobrellevar estos momentos de incertidumbre y aislamiento.

Menorca, Madrid, Zaragoza, Barcelona, Galicia, Navarra… junto a vosotras nos sentimos más seguras para poder estar con los grupos desde aquí, desde el sostener esas conexiones. Nos sentimos acompañadas para lidiar con los tirones de la ambivalencia del ser humano, de la emoción más desgarradora a la alegría más excesiva, del pesimismo más crudo al optimismo más inconsciente, de la necesidad más individual al sostén colectivo. ¡Gracias, comunidad!