Por Teresa Angulo y Lara Cifre | Ilustración: Tomás Ferrer

Esta reflexión es fruto de conversaciones entre nosotras, dos mujeres blancas cis, facilitadoras con largo recorrido en la Administración pública de las Islas Baleares, una en Medio Ambiente, otra en Educación. Las dos hemos sufrido problemáticas institucionales dentro y fuera de la casa pública. Aún así no nos damos por vencidas.

Los servicios públicos, que tanto nos dan, necesitan de una organización enorme para funcionar. Lo increíble es que, a pesar de “la mala fama” que tienen (o mejor dicho, a pesar de la mala fama que el pensamiento neoliberal alimenta sobre lo público en paralelo al desmantelamiento y privatización de las infraestructuras comunes), hagan todo lo que hacen.

La pregunta es: ¿los servicios públicos podrían funcionar mejor?. La Administración española es una organización formada por 3,2 millones de personas que trabajan como empleadas públicas. Pero, ¿qué ocurre internamente?, ¿cuál es el funcionamiento para que “la patata caliente” pase de mesa en mesa y los trámites se eternicen?.

“Las cosas de palacio van despacio”. Tareas fraccionadas, desconectadas, ausencia de reuniones o reuniones mortíferas sin rumbo, exceso de burocracia y gestiones administrativas interminables… ”Pase por la ventanilla A35 donde le darán un impreso que tendrá que rellenar y presentar en la ventanilla B73 que posteriormente será revisado por el técnico K de la 2ª planta, y lo enviará al Jefe de sección para firmarlo y entregarlo a la Junta para su aprobación”. Y si, con un poco de suerte, no hay ninguna persona de baja ni se traspapela, se aprobará y volverá a hacer el recorrido a la inversa hasta que llegue la notificación a quien solicitó. Vaya, que entre una cosa y otra hacen un mínimo de cinco meses, si todo va bien. Imagínate por un momento si eres una persona racializada. El procedimiento es mucho más violento.

Aunque suene a tópico, los tiempos pasan, y nuestra querida Administración Pública ahí sigue solemne, blindada, fiel a su infinita y desgastante burocracia. Eso sí, en los pasillos, y en los despachos, se han introducido muchos conceptos anglosajones –feedbak, backup, brainstorming, break, cooworking, full time, team building, marketing y un largo etcétera- que sugieren modernidad y nuevos tiempos. Pero, ¿ha llegado ya el momento de cambio en la Administración Pública?.

Como explica la investigadora y especialista en políticas comunitarias Margaret J. Wheatley, una de las problemáticas de nuestro tiempo es que a las organizaciones se las trata como si fuesen máquinas a las que das instrucciones y hacen exactamente lo que están programadas para hacer, con mucha precisión en los resultados y un control total de las operaciones. Sin embargo, las máquinas necesitan mucho mantenimiento y son incapaces de aprender por sí mismas. Y las organizaciones no son máquinas. Las forman personas cada una con su creatividad única. ¿Y si fuéramos capaces de aprovecharlo para el bien común?.

Actualmente los cambios parecen ir muy rápido. Cada día surgen demandas y retos nuevos que no están contemplados por las instituciones, y aquí se genera nuestra amiga “la patata caliente” que va de mesa en mesa como un barco a la deriva.

Para poder abordar los cambios que se están dando en nuestra sociedad, es necesario llevar al cotidiano una red de trabajo colaborativo y resiliente en aquellos departamentos que requieren un conocimiento global y sistémico para tomar decisiones. Llamémoslo “work network” si nos resulta más atractivo, y comencemos a replantearnos una modificación de las estructuras y de las normativas procedimentales existentes, todavía hoy coloniales, racistas, clasistas y machistas.

Si eso suena demasiado grande y ambicioso, comencemos por tener reuniones cuidadas, inclusivas, con espacios diferenciados de indagaciones y de toma de decisiones. Y espacios de conexión y de gestión emocional. Porque la realidad es que muchos enredos en los trámites de las instituciones públicas están relacionados con conflictos y desigualdades entre personas que no quieren hablar porque no han podido arreglar sus desavenencias.

Se trata de que las redes de trabajo formadas entre el personal técnico de los distintos organismos públicos se comuniquen en espacios de verdadera escucha, dejando pasar la “patata caliente”, dejando de desentenderse de los conflictos –“este marrón no es mío” (Not in my Lab)– y mudar hacia un compromiso conjunto.

La salud, la educación, la vivienda, los cuidados, el trabajo, las migraciones, la ciencia, la cultura y el arte, la naturaleza, la energía, la hacienda y la fiscalidad, las relaciones sexoafectivas, la memoria histórica, las identidades oprimidas… Desde hace décadas la sociedad en movimiento está planteando otros paradigmas sobre los principales ejes de la vida en común. En el marco de una pandemia, de una crisis de sentido sin precedentes y de un aumento de la desigualdad estructural, otros paradigmas deben ser incorporados lo antes posible por las administraciones y transformados en políticas públicas. Es urgente. Aunque los cambios sean “poc a poc” es preciso empezar a transitar.