Texto y dibujo: Irene Moreno Ortega

Cuando empecé a facilitar, alguien venía a todas las sesiones conmigo: la Experta. Y me susurraba al oído (o me gritaba) frases como:

Estás muy verde, lo van a notar”

Te explicas fatal, seguro que nadie está entendiendo nada”

Menos mal que cofacilitas con nosequién, tú sóla no podrías”

Todo el mundo tiene más formación(es) que tú, qué quieres aportar”

El grupo va a petar y va a ser por tu culpa, no estás preparada para esto”

La señora Experta llegó, se acomodó y me acompañó durante meses, llegando yo a poner en duda muchas veces si había escogido el camino adecuado, si no estaría equivocándome de profesión.

Convivir con ella no fue fácil. Su voz venía acompañada de otros síntomas: temblores, migrañas, dolor cervical e insomnio. Le hacía frente como podia:

Terapia

Osteopatía

Homeopatía

Meditación

Pastillas para dormir (de las naturales doble capa, que meterme mierda química siempre me ha dado repelús)

Y además…

No dejé de enfrentarme a esas situaciones que la hacían saltar, y poco a poco

Aprendí a reconocer que no estaba yendo tan mal.

Aprendí a escuchar (y a creerme) el feedback apreciativo que recibía.

Aprendí a apreciar mi manera de facilitar (que no es como la de nosequién, que no llega a todo el mundo, però sí es la que llega a algunas personas y sí es con la que yo me siento cómoda).

¿Acabó desapareciendo? Os preguntaréis.

Acabé encontrando un lugar para ella, uno que no me bloquea, un lugar desde donde escucho lo que me trae: la experta me recuerda que debo ser humilde, y que puedo seguir aprendiendo.

Una vez la experta estuvo más o menos controlada, apareció una amiga suya: La Perfecta (que llegó para quedarse). La perfecta es la típica voz que nos invita a revisar otra vez lo que ya hemos revisado 50 veces ¿os suena? Dice cosas como:

Por si acaso”

Porque seguro que te has dejado algo importante”

Porque puedes hacerlo mejor”

Porque si trabajas con personas no vas a darles menos que la perfección”

Porque vivimos en una sociedad competitiva y hay que ser la mejor.

Si os soy sincera, la Perfecta no llegó en ese momento a mi vida, siempre estuvo ahí, pero fue cuando derroté a la Experta que la Perfecta dijo.. este es mi momento.

Todavía esta ahí. A veces me obliga a esforzarme por encima de mis posibilidades.

Otras veces, puedo escuchar lo que me trae como una voz valiosa: si vas a hacer algo, hazlo con corazón.

Puedocontodo y Solapuedo están ahí desde que tengo memoria. Están ahí desde antes de que naciera. Están en todas nosotras. las veo en (casi) todas las personas que conozco.

Puedocontodo dice sí a todo.

Aún cuando mi agenda ya está llena.

Aún cuando mi cuerpo clama descanso.

Aún cuando me he jurado conciliar.

Aún cuando me considero una abanderada del autocuidado.

Puedocontodo es la voz del por si acaso, la voz de la escasez.

Es el empoderamiento mal entendido.

Es la voz que impide poner límites sanos.

Es una voz que hay que mantener a raya. Una voz que hay que educar.

Porque sí, ¡claro que puedo!

Però…

¿quiero?

No ahora

Y no a cualquier precio

Y por último, Solapuedo, otra que nos viene a hablar de escasez.

De individualismo.

De patriarcado.

A ésta también hay que decirle sí, ¡claro que puedo!

Però no quiero.

No quiero sola.

Quiero acompañada.

Quiero ir más lento, pero mejor.

Quiero aprender otras maneras, quiero tensionar, quiero crecer, y eso, amiga mía, solo se hace en compañía.

La impostora es un rol difícil de soltar, la cadena que nos ata a él está forjada con acero antiguo. Un rol antiguo que nos invita a poner en práctica nuevas maneras:

Desde la humildad, permitiendo el error, poniendo límites y colaborando.

Así quiere ser mi facilitadora interior.

Y esa facilitadora ya no es una impostora, es todo verdad.

Pd. Por si os lo habéis preguntado: no, no creo que dibuje bien, pero acompañar este artículo de un dibujo hecho por mi es otra batalla ganada.

Irene Moreno Ortega

irene@elcaminodelelder.com