Texto: Leticia Urretabizkaia Gil y Noelia Calvo Casado

Este año nos hemos encontramos dos personas del IIFACE en el Festival de Verano de Comunicación NoViolenta (en adelante CNV) organizado por octavo año consecutivo por la Asociación estatal de Comunicación NoViolenta (en adelante ACNV) en el campamento Tierra Nueva de Piñuécar. Bañándonos en la piscina decidimos escribir algo juntas reflexionando sobre por qué estamos las dos en este espacio; esa misma noche en la furgoneta damos forma a un texto bastante espontáneo; y luego es retocado por una de nosotras, de nuevo en la furgoneta, esta vez en un pantano 😉

Desde nuestra mirada de facilitadoras, vemos que el festival CNV en el que nos encontramos es un espacio interesante para observar cómo convive un grupo de alrededor de cien personas de edades entre los 0 años y los ochenta durante siete días. En primer lugar, podemos observarlo desde los tres niveles de realidad de los que hablamos en facilitación de grupos y procesos.

A nivel consensual, el festival ofrece un programa que incluye formaciones sobre CNV y actividades complementarias, así como espacios abiertos para que las personas participantes hagan propuestas espontáneas. En esta ocasión, las formadoras principales son tres mujeres de origen venezolano, francés y del estado español respectivamente, que nos ofrecen sus conocimientos, estilos y experiencias, atravesadas por sus contextos y vivencias desde territorios como Europa y Abya Yala1.

Entre las actividades complementarias que incluye el programa encontramos actividades de conexión, gratitud y co-creación de grupo, una gymkana festivalera, un taller sobre voz y emociones, otro sobre teatro comunitario para una cultura inclusiva y un concierto folk en el que se aprenden y bailan danzas grupales del mundo. Por su parte, en los espacios abiertos encontramos actividades como yoga, masajes, samba, movimiento auténtico, ecstatic dance y espacios para hablar sobre temas como la emergencia climática, los duelos y celebraciones ante el climaterio, el chacalito que llevamos dentro o la comprensión y los celos del “amor poli”.

Más allá del nivel consensual, es decir de practicar el lenguaje de la CNV y participar de actividades, las 168 horas que dura el festival permiten ir bajando de nivel hasta donde cada cual quiera o pueda llegar. En el nivel de los sueños, uno de los participantes reincidentes del festival lo tiene claro cuando dice que el festival es una “lavadora emocional” que sirve para limpiar las emociones de todo el año.

Para enriquecer este nivel de los sueños e incluso ir bajando al nivel de la esencia, a la clásica insistencia de la CNV en conectar con sentimientos y necesidades propios y grupales, se suma el poder del grupo y la práctica intensiva a través de las dinámicas corporales y energéticas propuestas por las facilitadoras en temas como: la empatía profunda, la energía de las necesidades, hablar de nuestra verdad, empoderamiento y responsabilidad, las creencias primarias, vivir el duelo y practicar la emoción, las lealtades a mi sistema familiar y personal o vivir la interdependencia y el mandala de la verdad.

En segundo lugar, podemos observar este espacio desde la gobernanza grupal de la que solemos hablar en la facilitación de grupos. Por un lado, la ACNV que organiza el festival al igual que el Iiface funciona según la sociocracia. Por tanto, en el festival está presente el trabajo y la toma de decisiones compartida en base a sus cuatro círculos (misión, bienestar, actividades y coordinación).

Por otro lado, es el gran grupo el que da vida a este encuentro. Por ejemplo, el festival arranca con peticiones concretas por parte de las personas participantes para poder vivir el festival que quieren vivir y se explora cómo el propio grupo puede satisfacerlas; también se cierra nombrando celebraciones, duelos y propuestas para que el festival siga evolucionando. Además de estos momentos de compartir el grupo grande, durante el festival se auto organizan pequeños grupos para satisfacer las necesidades del festival; por ejemplo, ayudar en los turnos de las comidas, atender a las madres que vienen con peques2, los momentos de cohesión y despertar de grupo matinales, los momentos del día dedicados a los grupos de empatía y la resolución de conflictos intra e interpersonales.

Además, la mirada de la facilitación que traemos con nosotras nos ayuda a ver y comprender mucho de lo que ocurre en estos días, por ejemplo, a nivel de campo grupal, de cohesión de grupo, de gestión emocional individual y grupal, de rangos, de roles, de la conciencia de privilegios, de la diversidad que hay y la que falta… lo que nos lleva a plantearnos que la facilitación de grupos tiene mucho que aportar a espacios como éste. A su vez también nos llevamos ideas y prácticas de este encuentro que pueden aportar a espacios del Iiface y de la facilitación de grupos.

A fin de cuentas, desde Iiface ya sabemos que la CNV es una herramienta importante para la facilitación de grupos, asi que queremos terminar recalcando la necesidad de tener las dos miradas juntas y enriquecer los vínculos de la facilitación de grupos y la CNV para aumentar la comprensión de lo que pasa y el bienestar de la vivencia y la experiencia en el encuentro y en la vida.

1 Abya Yala es una denominación indígena, recuperada en la actualidad para denominar lo que fue llamado colonialmente América, en honor a Américo Vespucio. Proviene del pueblo kuna, que vive en los archipiélagos de Panamá y en el Darién, en la cintura del continente, desde donde puede visualizar ambos lados del continente y quizá por ello sea el único pueblo indígena que le ha dado un nombre común.

2 Nombramos a las madres y no a los padres porque ha sido la vivencia mayoritaria del festival.