Por Kris Hernández

Las emociones son fuerzas que nos sirven para conectar con nuestro entorno y las situaciones que experimentamos en nuestro día a día. Cuando las reconocemos y nos permitimos vivirlas, podemos entender la valiosa información que nos traen: ¿cuál es mi necesidad en esta situación?, ¿cómo puedo satisfacerla sin dañarme ni dañar a otrxs?

Estas energías nos hablan a través de nuestro cuerpo, con diferentes sensaciones o síntomas que si los escuchamos podemos darnos cuenta de qué es lo que nos está ocurriendo y poder así darles el espacio de expresión que necesitan para descifrar la información que traen.

Este proceso emocional consciente en el que mantenemos nuestro “yo testigo” activado (la parte de nuestra consciencia que observa sin intervenir) puede dividirse en diferentes etapas:

  1. Reconocimiento: Aquí conectamos con nuestro cuerpo y las señales que nos manda, puedo observar qué le pasa a mi cuerpo, qué emoción o emociones estoy sintiendo.
  2. Expresión: En esta etapa nos permitimos una conexión consciente con la emoción, dejamos que fluya desconectando nuestra mente racional y simplemente sentimos, nos movemos, hacemos sonidos, temblamos, lloramos, hasta completar su expresión. Según la intensidad de cada emoción, necesitaremos o no un espacio seguro e íntimo donde poder permitirnos la vivencia de esta fase rememorando la situación que la desencadenó.
  3. Comprensión: Cuando nos permitimos conectar y expresar estas fuerzas emocionales, finalmente comprendemos la información que llevan, ¿qué necesidad tengo en esta situación?, ¿cómo satisfacerla?

Es por ello que la gestión emocional y la conexión con nuestro cuerpo son potentes herramientas para el autoconocimiento y el empoderamiento personal, posibilitando la mejora en nuestras relaciones con nosotras mismas y las demás, herramientas que finalmente nos ayudan en el camino hacia un mayor bienestar y felicidad.