Texto: Pierre François

Escribir sobre género me reta, más aún sabiendo que muches socies del IIFACe tienen grandes
cosas mucho más interesantes que compartir sobre el tema. Mi estar me pide cultivar un silencio
aparente de prudencia que a la vez me conecta a mi interior con multitud de pensamientos, de
ruido… voces de críticas, de miedo o de vergüenza.

Hoy, desde el reto y el no silencio, escucho estas voces complejas pero las invito a ocupar, al
menos durante la escritura de estos párrafos, la estantería, para dejar espacio a algunas
reflexiones sobre lo que he podido redescubrir como hombre cis al revisar el género durante estos
pasados tres meses.

La multitud de subtemas que se incluyen debajo del título “género” hace que, desde el principio,
empiece a operar en mí un conflicto de cuestiones y polaridades… ¿Cuál es el tema de hoy?:
¿mujeres y hombres?, ¿orientación afectivo sexual?, ¿cis y trans?, ¿binario y no
binario?… Observo que ese conflicto de polaridades también se manifiesta en los grupos donde el
tema se aborda desde esa amplitud de titulado.

La polaridad mujeres/hombres es la polaridad de rango alto, es decir, la que ocupa más espacio
social, la que mis ojos (y los de la mayoría) observan más en las redes sociales, en los grupos, en
las interacciones en general. De hecho, se suele nombrar mujeres/hombres marginando la
partícula cis (observo aquí que el corrector subraya cis…). Aprendo entonces ahora a utilizar
hombres cis / mujeres cis, para no olvidar que hay otras muchas personas que no se identifican
con el género que se les asignó al nacer y que no son representadas aquí (por nombrar algunas: intersexualidad, transgénero, identidades no binarias…).

Si bien la diversidad de género requiere entender cada vez mejor las realidades más allá de la
polaridad mujeres cis / hombres cis, sigue siendo una polaridad debido a sus fuertes patrones de
opresión, con un alto nivel de trauma colectivo que se acumula desde hace miles de años de un
sistema patriarcal, es decir, una sociedad construida para perpetuar la supremacía de los hombres
cis.

¿Cómo salir de aquí? Veía tres opciones: el trabajo interior, las relaciones y los grupos. ¿A dónde
apuntan? En un grupo mixto llegará el momento en el que surgirán voces del tipo “¿cómo no os dais cuenta de vuestros abusos?”. Como hombre cis experimento entonces mi ceguera, “no entiendo a qué se
refieren”, noto la fuerza de esa voz crítica que pone en evidencia mi ignorancia y desestabiliza mi
rango y aparece la incomodidad y/o el rechazo. Desde la falta de consciencia sobre lo que es la seguridad, me va a tentar nombrar como inseguridad lo que experimento como incomodidad.

Porque he aprendido los últimos meses que lo que vivo en estos momentos es incomodidad, pues
es una sensación temporal. Cuando se acaba la conversación, o como mucho unas horas después, vuelvo a mis  experiencias privilegiadas, cosa que no les ocurre a las personas que no están en la categoría “hombre cis” y que sí experimentan desvalorización, rango bajo e inseguridad en su cotidianidad. Entonces, aprendo a cuidar el uso de la palabra inseguridad porque si se trata de un “mal rato”, es una incomodidad y puedo reconocer que la inseguridad es de otro nivel, incomparable.

Entonces, ¿qué hago si no entiendo esa crítica? Pruebo a pedir un feedback más explícito: “¿En
qué he abusado, qué he dicho y/o hecho?”. Y aquí he aprendido que sin un marco mínimo de
seguridad no puedo esperar recibir los feedbacks que solicito o desearía obtener, puedo recibir
un “estamos hartas de explicaros vuestros abusos”. Entonces, ¿cómo crear un marco de
seguridad para recibir feedback? Descubro la necesidad de activar el nivel relacional, la
interacción desde el vínculo previo entre dos personas.

Desde una relación de confianza, donde nos hemos podido conocer poco a poco, compartiendo
nuestras vulnerabilidades y talentos, donde hemos trabajado previamente los afectos, los
feedbacks se dan y reciben más como “regalos” para evolucionar y no tanto como una “sentencia”.
Ahora, no son regalos cómodos, algunos conllevarán probablemente la sugerencia de iniciar algún
proceso terapéutico o, por lo menos, algún trabajo interior más profundo. Pues claro, ni un grupo
ni una relación pueden ser utilizados para sustituir mi trabajo o evadir la responsabilidad que me
toca como hombre y contribuir en el camino hacia un mundo de igualdad real. A veces viene con
un “te aconsejo hacer terapia” y, cuando viene ese momento, notar el impacto e ir despacio en
cómo asimilo ese impacto. Si reacciono rápidamente, puedo pensar ganar en autenticidad, y puedo perder también la oportunidad de aprender quedándome en lo incómodo, dándole de
alguna forma la bienvenida.

Y aquí viene el otro nivel, el que para parecer sabios nombramos intrapsíquico, que es el nivel
interior, del yo conmigo. Muchas trampas se van a presentar, como por ejemplo nombrar algunos
procesos espirituales como trabajo interior, sacando grandes conclusiones universales para no
entrar en mis privilegios. Si hago este camino interior, apreciando la materia prima de las
experiencias grupales incómodas, de sus feedbacks, de mi ceguera, de mis relaciones y sus
momentos conflictivos, voy a entrar y descubrir que mi transformación personal terminará
beneficiando a las otras partes para comenzar a compartir el poder.

Gracias por hacer ese trabajo, aún sabiendo que es inacabable, ya que, como hombre cis, blanco,
hetero en una sociedad heteropatriarcal, siempre me quedarán mejoras. Y aún así, deseo abrir
espacio en mí a realidades más allá de lo cis, más allá de lo femenino/masculino, realidades que
me son aún muy desconocidas, darme espacio en esta transformación porque el mundo no
puede esperar más.