¿Son diferentes los grupos de las redes? ¿Cómo lo atendemos desde la facilitación?
Texto: Sandra López González
En nuestro entorno, cada vez hay más estructuras sociales formadas como redes. Algunos ejemplos son las múltiples redes sociales en internet; las nuevas estructuras familiares, donde un/a niño/a puede ver cómo crecen sus lazos familiares gracias a que se suman los lazos de las nuevas parejas de sus padres; o estructuras que se crean para sostener dinámicas colaborativas entre personas u organizaciones (trabajo en red).
Observando el entorno y estas dinámicas sociales, me pregunto si estamos en un momento en que hay una evolución de estructuras sociales de grupos a redes. Me parece algo interesante a observar. Esta observación hace plantearme dos nuevas preguntas: ¿Qué diferencias hay entre los grupos y las redes? y ¿qué herramientas puede utilizar la facilitación de grupos para acompañar a las redes?, si es que son diferentes a las utilizadas en el acompañamiento de grupos.
Mi voluntad no es responder a las dos preguntas, sino apuntar unas reflexiones que puedan iniciar un compartir, si surge.
Aunque tanto redes como grupos tienen en común estar formadas por personas, y que como facilitadores nos podemos acercar por igual para promover que sean más conscientes y sacar su máximo potencial, los grupos y las redes se basan en estructuras y dinámicas diferentes.
Un grupo tiene por definición límites, se está dentro o se está fuera. Los miembros se conocen y reconocen como tal. En cambio una red es infinita, los límites llegan hasta donde llegan las conexiones entre las personas. En un grupo es importante la definición del objetivo común, el propósito y lo que nos identifica, por lo que en su creación o fundación esto ocupa una parte muy importante. En él una parte individual se delega a la grupal, ya sea decisiones como incluso autonomía.
En cambio, una red tanto el inicio como su mantenimiento se basa en las personas y un interés común, por lo tanto coge un mayor peso la autorresponsabilidad e identificación del individuo por sí mismo. Con solo un interés común, ya pueden surgir las conexiones.
Aunque podríamos identificar más diferencias entre los grupos y las redes, quiero centrarme en esta, en la importancia de la identificación del individuo como soporte de la red.
En la creación de redes, la fuerza que emerge es la que se origina desde dentro de las personas, que serán los nodos de la red y por lo tanto los puntos de anclaje. Requiere un proceso de reconocimiento. Primero ser consciente de uno mismo para luego poder luego compartir esto con el mundo.
Ser consciente de uno mismo supone que este conozca sus vulnerabilidades (lo que necesita) y sus potencialidades (lo que puede aportar) y no con qué aspectos tiene en común para formar parte de un grupo (aunque en un grupo la diversidad es riqueza, formamos parte de uno por algún aspecto común que nos define y la diversidad está en relación a lo que nos identifica como grupo).
El proceso por el cual la persona pueda expresar lo que puede aportar y lo que necesita será a partir del que surja la conexión con otras personas. Esta expresión, con los canales adecuados que se tienen que definir, será lo que provoque que un hilo de la red se tense para que de esta tensión surja alguna cosa, ya sea una conexión emocional, una acción o un proceso que sirva para sostener la red.
Así, ampliar la concepción de grupos a redes para mí es un cambio en la rotación de la fuerza creadora, donde la dinámica parte del centro hacia fuera, y no de fuera hacia adentro. Es cambiar la energía centrípeta, la responsable de mantener el movimiento circular, por la centrífuga, la fuerza que huye del centro, tiende a alejar los objetos del eje de rotación.
Otras diferencias a plantear son, por un lado en relación a los roles necesarios en ambas estructuras, como en el sentido de permanencia de sus miembros. En una red los roles necesarios pueden tener más sentido en mantener y cuidar el sistema, más que el propósito y objetivos del grupo. Y en cuanto a la permanencia, una red puede permitir más fluctuación entre sus miembros y puede sostener que en momentos unos estén más activos que otros,
Sería interesante como facilitadores poder detectar las señales que nos podemos encontrar, ya sea en el momento del nacimiento de un grupo, como en momentos evolutivos, momentos de crisis, si lo que está emergiendo no es un grupo, sino una red entre las personas y que requiere de estructuras, roles y procesos diferentes.
Cuando he compartido estas reflexiones entre compañeros, a veces ha surgido la inquietud de si esta evolución supondría un retroceso en lo colectivo respecto a la individualidad. Pienso que no, que puede ser una manera, que de hecho se está dando, de dar respuesta a nuevas necesidades, donde es el individuo el protagonista y no el grupo y que si se hace desde la autorresponsabilidad, y con el corazón abierto, puede sumar más que restar.
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