Por Elena Domínguez Salinas | Fotografía: New Generation Plantations

Mi trayectoria personal como facilitadora comenzó a través de las historias. Me adentré en el mundo del Teatro Social y ese poder de transformar la realidad que tan fuerte trae esta disciplina teatral, generó un cambio en mi manera de entender mi profesión y comencé a utilizar ejercicios de entrenamiento de actores en mi trabajo como conservacionista en una ONG medioambiental. De ahí pasé a formarme y comenzar a trabajar como facilitadora de procesos grupales.

Lo pienso ahora según escribo este pequeño artículo y me doy cuenta de que mi fascinación por el uso de las historias como herramienta para facilitar procesos grupales, muy probablemente provenga de ahí. Fueron ellas las que me abrieron la puerta de este mundo y quizás por eso, de manera inconsciente, les dediqué mi trabajo de investigación dentro de la formación del IIFACe.

Os comparto en estas líneas algunos de los resultados de ese trabajo que dediqué a estudiar cómo facilitar el aprendizaje a través del juego y las historias. En concreto os hago un pequeño resumen de cómo las historias pueden fortalecer el triángulo de efectividad grupal.

Empecemos por el vértice de los Procesos. Las historias pueden utilizarse de maneras muy interesantes para dinamizar procesos de cohesión, de indagación y de gestión emocional.

Las historias nos ayudan principalmente a entender el mundo y las personas que nos rodean y nos permiten reafirmar o desafiar nuestras creencias y suposiciones. Nos pueden por tanto servir para entender mejor determinados conceptos, situaciones complejas, posiciones en torno a un tema diferentes a las nuestras o explorar valores.

También podemos usarlas como herramientas para compartir conocimiento y hacer aflorar la sabiduría colectiva. Un ejemplo sobre cómo hacer esto último en una organización o en un grupo sería pedir que las personas compartan historias sobre el modelo de gestión, lecciones aprendidas, casos de éxito o de fracaso, etc.

Utilizadas para cohesionar, las historias incrementan el potencial para la empatía y nos ayudan a entender a las personas que nos rodean. Permiten construir relaciones más fuertes. Compartir historias de éxito también es una manera de celebrar y cohesionar un grupo.

Las historias también pueden ayudar en la gestión emocional de un grupo ya que nos permiten conectar emocionalmente con el otro. Necesitamos esta conexión emocional para poder modificar el punto de vista del otro o estar abiertos a modificar el nuestro. Nos predisponen a la empatía y pueden conseguir que nos sintamos cercanos a personas que de otra manera sentiríamos muy extrañas. Pueden ser por lo tanto una herramienta muy potente para acercar posturas polarizadas y acoger mayor diversidad en un grupo.

También trabajar con nuestras emociones a través de historias puede ayudarnos a arrojar luz sobre nuestras propias emociones y necesidades y trasmitirlas a los demás. La Comunicación No Violenta, por ejemplo, parte siempre de un hecho concreto que no es más que una historia personal.

Las historias pueden apoyar a alcanzar los Resultados de un grupo ya que nos ayudan a abrazar con entusiasmo el desafío y el cambio. Podemos usarlas para reforzar la visión, compartir una visión emocionante sobre un futuro colectivo o compartir éxitos. Pueden convertirse en una herramienta más de liderazgo y conseguir que el grupo contribuya con más entusiasmo y motivación a alcanzar los resultados.

El vértice de las Personas también puede trabajarse a través del uso de historias, ya que estas contribuyen a fortalecer la necesidad de pertenencia al grupo de sus integrantes. Puedo también satisfacer mi necesidad de reconocimiento compartiendo mi propia historia y la necesidad de poder liderando a través del uso de historias.

Evidentemente aprovechar el potencial del uso de historias en un grupo tiene muchos retos y dependiendo de la tipología del grupo encontraremos unos retos u otros. En mi trayectoria como facilitadora he trabajado mucho en comunidades de aprendizaje. En ese contexto, uno de los retos principales para usar historias desde la facilitación es conseguir que los participantes abandonen el registro de los puntos de vista y las posiciones y se adentren en el registro de las historias. Como facilitadora es necesario entender esto y diseñar procesos o dinámicas que permitan trabajar con la gente para indagar sobre las historias personales que subyacen bajo nuestros puntos de vista.

Por último, para facilitar a través de historias es necesario que esas historias afloren y eso requiere un trabajo previo, ya sea para desarrollar nuestra batería de historias como facilitadoras o para usarlas como herramienta de indagación, cohesión, gestión emocional, etc. No podemos quedarnos a la espera de que lleguen las historias a nosotras. Tenemos que ir a por ellas, cosecharlas, crearlas y guardarlas con mucho mimo un nuestro maletín de facilitadoras.