Por María Rosendo | Fotografía: https://twitter.com/EnAllea/status/1241389926203228160

Un lugar incómodo comienza a aparecer cuando, después de 35 años, empiezo a abrir mis oídos a las denuncias, a las demandas, al dolor de las personas racializadas por mi inconsciencia blanca.

Desde luego, no fue sin tiempo.

En ese lugar, desde el que intento escuchar con verdadero silencio, con los oídos bien abiertos, me abro al impacto de la verdad. La verdad de las dinámicas de opresión es dolorosa.

Trato de abrirme a sentir el impacto de lo que las personas con cuerpos racializados me tienen que decir, y de lo que yo tengo que escuchar como cuerpo blanco que lleva más de 35 años ostentando privilegios y aprovechándose de ellos, sin consciencia alguna de cuánto desde ese lugar yo perpetuo las mismas lógicas de dominación que, en otros ejes, vi tan claro que había que destruir.

Abrirme al impacto implica ser quién de sostener la inconsciencia secular del daño que las personas blancas llevamos hecho en el mundo y en las vidas de las personas racializadas. Implica sostener ese daño, hacerme responsable de él, accionarme para ponerme a trabajar e intentar repararlo -aún sin saber cómo, aún sabiendo que la seguiré cagando, porque ese no saber también es parte de la fragilidad blanca. Y entender que siempre seguiré siendo racista y que siempre, mientras exista el racismo estructural, seguiré ostentando privilegios y seguiré cagándola, y tendré que continuar a trabajar, sin tregua.

La verdad de las dinámicas de opresión es dolorosa, pero es dolorosa para los cuerpos racializados, que son a quien llevamos esquilmando más de 500 años.

Lo que nosotres -las personas blancas que empezamos a trabajarnos nuestros privilegios- sentimos no es dolor, es un desconfort. Y es el proceso exacto que tiene que ocurrir para ir sanando algo: ese desconfort de sentir que okupo un lugar desde el cual oprimo, y mucho, y que tengo mucha responsabilidad de que así sea y mucha responsabilidad para que deje de ser así.

Hagámonos cargo de ese desconfort, también como facilitadorxs desde donde muchas veces nos vemos presas del crítico de “tener que hacerlo todo bien”, o “tener que saberlo todo”. Estar cómodas es un privilegio, también en los espacios que facilitamos.

Hagámonos cargo de ser unes blanques en apuros, vivenciemos el desconfort de la verdad de sabernos racistas, y trabajemos honestamente para contribuir a acabar con todas y cada una de las formas que el racismo tiene.


Este artículo es una versión adaptada del artículo original publicado por la autora en el mes de Noviembre de 2021 en el diario Novas da Galiza, Nº 205. http://novas.gal/